Los Espacios de Escucha deben tener la particularidad de llevarse a cabo en diferentes espacios-instituciones, prioritariamente en los Centros de Atención Primaria de la Salud, Centros Vecinales, salones comunitarios, merenderos, Centros de Encuentro Barrial, entre otros, que forman parte del cotidiano en los territorios.
Al interior de estos espacios se propicia el desarrollo de iniciativas SOCIOEDUCATIVAS: talleres pedagógicos, artísticos, recreativos, deportivos y SOCIOPRODUCTIVAS: vinculadas a la economía social, emprendimientos, formación para el trabajo. Iniciativas estas, que surgen luego de la etapa diagnóstica o de lectura de la realidad que realiza cada equipo de Primera Escucha en territorio y se condice con la demanda de los y las vecinas de la comunidad.
Ello posibilita la accesibilidad a los dispositivos, ya que muchas veces las personas no logran llegar a otras instituciones, ya sea por las dificultades económicas o de organización cotidiana que se presentan para trasladarse al centro, por falta de información o desconocimiento, por vergüenza y temor de quedar expuestos ante la comunidad, entre otros motivos.
El estar presentes en los barrios implica sostener una escucha siempre en contexto y en diálogo con este, es decir, teniendo presentes las situaciones, las violencias, las vulnerabilidades, formas de vidas, cotidianos, códigos, modos de resolución, vínculos, que se construyen y atraviesan a los barrios donde los Espacios de Escucha están insertos, así como a las subjetividades de las personas que se acercan a los mismos.
Esto implica un constante desafío por parte de quienes escuchan, ya que conlleva a replantearse prejuicios, estereotipos, saberes, modos de hacer o pensar que pueden no coincidir con los propios, intentando no generar imposiciones, teniendo en cuenta que no hay recetas ni fórmulas mágicas, sino que cada encuentro puede implicar diversas estrategias de intervención, teniendo sus propias características inter-subjetivas.
El espacio de escucha tiene como objetivo, abordar los consumos y en poder analizar las capacidades, habilidades y potencialidades de cada persona. No es un espacio de detección de los consumos.
Para esto es necesario
• Estar presentes y ser receptivos frente a lo que la persona elige contar.
• Acompañar, pero sin tener que realizar un diagnóstico de lo que le pasa a la otra persona.
• Establecer un vínculo.
Orientaciones para la escucha
Cuando hablamos de escucha integral, nos referimos por un lado, a cuestiones que tienen que ver con cómo escuchamos, cómo construimos un vínculo con las personas. Es decir, al modo en que hablamos, cómo recibimos a la persona que viene a contarnos alguna problemática. Esto es lo primero a tener en cuenta al momento de pensarnos como delegadas y delegados que podemos acompañar y escuchar. Al momento de establecer un vínculo, se trata de ser empáticos, de poder recibir, alojar y orientar, utilizar un lenguaje sencillo y cercano, poder respetar los tiempos de la otra persona y también sus silencios. No es necesario preguntar de manera insistente, sino en todo caso, proponer otros días y espacios para seguir charlando, mostrándonos dispuestos e interesados en el vínculo y en la escucha. Puede resultar más conveniente no comenzar hablando de lo más conflictivo para quien se acerca, sino de cosas de las que les sea más sencillo contar.
El objetivo en ese momento no debe ser abordar cuestiones relacionadas al consumo, (como qué consume, cuándo, dónde), a menos que la persona habilite ese tema en el diálogo.
También es importante no dar por sentado la orientación sexual de las personas, el género y la identidad de género, cómo prefieren que sean nombradas, como así tampoco las composiciones de los entornos afectivos, actividades que realiza la persona, entre otras. Se trata también de saber y respetar que la demanda sea inespecífica, es decir que posiblemente hablar del consumo de sustancias sea algo que lleve su tiempo, o bien que la persona comience a hablar de otros temas u otras problemáticas, que haga algunos rodeos hasta poder contar lo que le pasa, o bien que tal vez, la persona hable en tercera persona, como así también comience a hablar de otro tema. También, a veces quien habla escucha su propio relato y se responde a sí mismo. Es bueno poder acompañar esto.
Suele suceder que algunos consumos se encuentran más invisibilizados y estigmatizados que otros, por lo que son difíciles de problematizar. Por ejemplo, los consumos de sustancias entre las mujeres siguen siendo sancionados en mayor medida y más duramente que los consumos entre los varones, precisamente por el peso de los estereotipos de género y valores asociados a la construcción de las representaciones de “mujer decente” y “buena madre”.
Otro aspecto importante a tener en cuenta es el lenguaje y las posturas corporales que utilizamos al entablar el diálogo con la persona que se acerca al espacio de escucha. Es decir que una escucha integral implica también que tengamos en cuenta cuestiones actitudinales. Al momento de escuchar y acompañar también es importante considerar nuestras propias representaciones sociales respecto de las drogas, y de las personas que consumen drogas, entendiendo que las representaciones sociales son ideas que circulan en la sociedad y nos hacen pensar de una determinada manera un problema o una situación social. En este sentido, resulta central reflexionar sobre los consumos propios y pensar en el modo en que nos referimos a quienes consumen, si utilizamos apodos para nombrar a las personas consumidoras de alguna sustancia, si las vinculamos a determinadas conductas o características, o si procuramos diferenciarnos y apartarnos de ellas. Este trabajo reflexivo es importante realizarlo a nivel individual y colectivo, ya que nos permitirá construir una mirada empática que facilitará el acercamiento de quien precise ayuda.
Es importante tener especial cuidado en estas ideas que circulan en la sociedad, desde una perspectiva de género, para evitar reproducir prejuicios. Por ejemplo, no es visto de igual manera que un varón consuma sustancias, que si lo hace una mujer. Si además la mujer es madre, carga con una mirada social doblemente negativa de esos consumos. Lo cual suele dificultar más aún su pedido de acompañamiento ante estas situaciones. Algunos de esos prejuicios tienen que ver con que, por ejemplo, se espera socialmente que los varones sean fuertes, que asuman conductas de riesgo.
De las mujeres se espera que sean tranquilas y que sean quienes lleven adelante las tareas de cuidado. Estos son estereotipos, ideas instaladas socialmente que, si nos las cuestionamos, podemos estar reproduciéndolas a la hora de escuchar y acompañar
En la sociedad circulan una gran cantidad de representaciones en relación a consumos problemáticos muchas de las cuales son mitos, discriminaciones y prejuicios. Poder analizarlas y problematizarlas permite ampliar la mirada respecto de los consumos, las personas y los contextos, para poder construir mejores respuestas al momento de acompañar a nuestras y nuestros compañeros de trabajo. Es válido considerar que acompañar no siempre resulta sencillo, porque nos puede pasar que al momento de escuchar se entremezclen cuestiones relacionadas a nuestras propias historias, o bien que las personas que estamos escuchando, no nos generen la empatía que consideramos necesaria en este proceso y que, en cambio, nos generen hostilidad o rechazo. Por eso es fundamental no acompañar en soledad, armar equipo con otras y otros delegados. Por otro lado, también es necesario construir un método al momento de escuchar.
Podemos decir que el método que usamos para ejercer esa escucha es a través de preguntas, de una conversación, que por momentos tendrá carácter más formal o informal dependiendo la situación. Entonces se trata de identificar qué preguntas es posible hacerse, en qué momento de la escucha, para indagar qué aspectos de la vida cotidiana y laboral de la persona que se acercó. Se trata de contemplar todas las dimensiones (o al menos algunas de ellas) de la persona: de reconocer a las personas, en el sentido de poder preguntar sobre su familia y entornos afectivos, si tiene alguna problemática de salud, algún emergente de estos días/último tiempo, cómo se siente en el puesto de trabajo. En este sentido, será necesario posicionarnos desde la Interseccionalidad, un término que nos permitirá escuchar y acompañar de modo más integral.
El mismo hace referencia a reconocer las desigualdades específicas que se producen como resultado del entrecruzamiento de distintas categorías de opresión, tales como la edad, la condición socio-económica, la condición migratoria, la discapacidad, la orientación sexual, la identidad de género, la religión, el origen étnico, entre otras.
Algunos ejemplos
• ¿Qué personas estuvieron presentes en momentos importantes de tu vida?
• ¿A qué personas no querés involucrar en lo que te pasa?
• ¿Por qué pensás que viniste hoy a conversar y no ayer o ahora y no antes? (esto ayudaría para visualizar una emergencia o no)
• ¿Por qué estamos problematizando esto ahora? ¿Considerás que lo que te pasa es un problema? ¿Por qué?
• En estos casos, ¿solés o soliste recurrir a alguien? ¿Pensás en alguien cuando pasan estas cuestiones? • ¿A quién acudís para que te acompañe en estos momentos o para hacer una consulta?
• ¿Alguna vez te ha pasado esto? ¿Qué hiciste la última vez que te pasó? ¿Qué resultados dio o cómo te sentiste?
• Habitualmente, ¿Tenés asignadas tareas de cuidado en tu casa? ¿Cómo pensás que se pueden re organizar estas tareas en casos de que vos no puedas realizarlas.